Cocainejo
En ésta habitación vive una mujer vestida de soledad, de brazos secos y piernas saladas,
con su aroma de cangrejos azules y playa incrustados en el cuello. Mis ojos y la cama se manchan de calor, el aire se vuelve espeso y mis libros son arboles viejos que se pudren sin niños que se suban a ellos.
con su aroma de cangrejos azules y playa incrustados en el cuello. Mis ojos y la cama se manchan de calor, el aire se vuelve espeso y mis libros son arboles viejos que se pudren sin niños que se suban a ellos.
Del bolsillo de mi pantalón sale un conejito color blanco. Viste un extraño traje de plástico color azul trasparente que deja ver sus intestinos formado por miles de estrellas y planetas diminutos.
Me queda viendo sin ojos pero con una pose de rey escocés, me sonríe con miles de hileras de colmillos que tiene más risas dentro de ellos. De dos pasos se vuelve mi nariz y mi garganta, se incrusta en mi cara, me vuelvo velocidad, una larga hilera de golpeteos cardiacos que mi corazón no soporta, tanto que sale corriendo y se avienta por la ventana.
El conejito blanco empieza a caminar alrededor de la recamara, observa todo detalladamente hasta las nubes de asbesto que están amarradas con alambre al foco del techo, se encuentra la guitarra, empieza a hacer ruidos al rozar con su aliento sobre las cuerdas, las notas viajan rápidas y arrítmicas, notas dulces que me mecen entre mocos con sabor a tabaco, que se atascan en la puerta y no deja pasar a los dioses deseando entrar.
El conejito se sube a una mesa de arena derretida, se empieza a deslizar y quitarse la ropa de plástico, se desnuda como ángel en parto, patina en líneas cortas y gruesas, se expande en todo el mar de paciencia. De la nada, se vuelve todo, desde el mundo entero cargado por más conejos hasta la costra en mi brazo.
Mis dedos giran a miles de revoluciones por segundo, pueden sentir hasta el dolor de patos canadienses en el gran lago Té del norte. Mi cerebro se empieza a licuar con frutas exóticas que voy cortando de las cenizas de cigarro que hay por todo la mesa. Trato de pararme sobre el mar que está a mis pies, se hunden, me pierdo.
Empiezan a salir más conejitos de mis bolsillos, de las cuevas que hay entre cada libro, de las sabanas, todos se reúnen en la mesa de arena derretida. Esto se vuelve una playa nudista de conejos, una orgía de estrellas que se cogen por los cráteres con cometas y sus largas estelas.
He creado un Big Bang, más rápido y decente. Oh, ahí viene otro conejito.
Cuento: Cocainejo
Autor: Mosca
Tema: Surrealismo
Autor: Mosca
Tema: Surrealismo